Reformulo algunas ideas que escribí el 2010, después del terremoto de ese año.
Escribo desde la
experiencia de una persona que ha vivido toda su vida en el contexto de la fe
cristiana. Lo anterior no significa que el lector esté frente a una especie de
monje Shaolín en versión cristiana;
lo que quiero decir, en realidad, es que escribo conociendo la tensión diaria
de tratar de vivir la fe de manera consecuente en medio de una sociedad y una
historia que nos resultan hostiles. Para usar las palabras de John Stott, un
teólogo anglicano que leíamos los «jóvenes de los ochenta», escribo conociendo
la tensión que se produce cuando sabes que «creer, es también pensar».
Muchos han
señalado que en los momentos límite de la vida es cuando surgen las preguntas
fundamentales que las personas hacemos. Estos momentos son una de las fuentes
de la filosofía, pero también lo son de la teología en cuanto reflexión sobre
la fe que profesa la iglesia. Mientras que todo ser humano se pregunta por la
posibilidad del fin, por el origen o por la razón de ser en este mundo en medio
de las calamidades; quienes además son cristianos tienden a preguntarse por el
papel que Dios juega en todo esto; ¿Por qué Dios hace o permite tal cosa? ¿Qué
clase de Dios es uno que permite (o provoca) semejante catástrofe?
Algunos han dicho
que la pregunta por el «por qué», es una de las que siempre quedan sin
respuesta de parte de Dios. Yo no pretendo polemizar con los que así piensan,
pero me parece que aunque van en la dirección correcta, no logran llegar al meollo
del asunto. En todo caso, es cierto que Dios parece guardar silencio cuando se
le pide explicaciones sobre su accionar, sobre sus razones, sobre sus
pensamientos. Después de todo, ¿no nos ha dicho que sus pensamientos no son
nuestros pensamientos?, ¿deberíamos, asumiendo que tenemos la «mente de Cristo»,
olvidar la distancia cualitativa entre Dios y los hombres? o, ¿Podremos decir
que por tener la «mente de Cristo» somos los genuinos intérpretes de Dios y que
por eso podemos explicar al detalle su comportamiento? En todas las
generaciones algunos cristianos honestos creyeron que Dios podía ser puesto
bajo el microscopio y reducido a explicación científica. Pero ya es hora de
asumir que tal cosa es imposible; Dios sigue siendo Dios y está lejos de poder
ser capturado en una explicación dada por los cristianos en cualquiera de sus
versiones.
A pesar de todo,
algunos se sienten con la capacidad de interpretar a Dios y sus pensamientos. De
tiempo en tiempo surgen catástrofes en la historia humana, la mayoría de las
cuales son ocasionadas por la depredación del hombre sobre su prójimo y esto
vale también para algunas de las llamadas catástrofes naturales. Frente a estos
acontecimientos límite acaecidos en la historia hemos oído las más imaginativas
y atrevidas interpretaciones. Recuerdo, por ejemplo, que cuando ocurrió lo del
huracán Katrina, que asoló Nueva Orleans en 2005, un «predicador internacional»
invitado a una iglesia de Santiago explicó que Dios estaba castigando esa zona
por su libertinaje y prácticas asociadas a la «brujería». Recuerdo también que
alguien en la sala le preguntó (muy inteligentemente y no sin cierta
capciosidad) si, siguiendo la lógica, ahora habría que esperar un terremoto en
Washington dada la responsabilidad que le cabría al pueblo estadounidense en la
mortandad de gente inocente en Medio Oriente. No recuerdo la respuesta del
expositor, pero jamás olvidaré la lección que significó para mí; la persona que
no es consciente de sus propias ideologías, terminará interpretando a Dios de
tal manera que éste parezca un simple aliado, un respaldo de las teorías propias,
y sólo podrá ver el pecado ajeno.
También recuerdo
haber oído a algunos cristianos honestos explicar ciertas crisis vividas en
Chile como resultado de elegir presidentes de determinado signo político y, se
me ocurre que, como la imaginación no tiene límites, no faltará el bien
intencionado «heraldo» del Señor que nos diga que tal o cual catástrofe nos
viene como castigo por elegir como presidente a una mujer. Otro tanto se dijo sobre
el terremoto en Haití, pero el punto ya ha quedado claro.
No quisiera emitir
un juicio ético respecto de la intención de estos creyentes que, ingenuamente,
piensan que pueden dejar sus ideologías de lado cuando hablan de Dios. Pero sí
quisiera decir que, en la búsqueda sincera de la voluntad del Señor han
equivocado la pregunta que debe movilizar el pensamiento cristiano en este
caso. Propongo que lo que debemos preguntar no es « ¿Por qué Dios nos manda un
terremoto?», sino « ¿Cuál es la voluntad de Dios en estas condiciones de
catástrofe nacional?».
El Nuevo
Testamento nos invita a discernir la voluntad de Dios en medio de las
situaciones históricas que nos toca vivir. Se trata de una experiencia nueva
cada día y para cada creyente, que no se puede dejar en manos de algún tipo de
caudillo religioso, cualquiera sea el título con el que sea conocido o por muy
dotado que parezca. Luego de discernir esa voluntad habrá que optar entre
obedecerla o desobedecerla. Parafraseando a Sartre diría que no existe la opción
de “no decidir”. Somos llamados a discernir la voluntad de Dios, con temor y
temblor, en nuestras propias familias, en nuestras iglesias locales, en nuestro
fuero interno, a la luz de la Biblia (que más que nunca debe ser leída como
«lámpara a mis pies»). Pero fundamentalmente, somos llamados a llorar con quien
llora, a asociarse con los más desfavorecidos de nuestras sociedades injustas,
a buscar lo menospreciado del mundo.
Finalmente, la
lectura atenta del libro “Job” en nuestras Biblias, seguramente, nos disuadirá
de intentar responder rápidamente a la pregunta por el «por qué». Frente a una sabiduría de la retribución
donde al bueno le va bien y al malo le va mal, el libro de Job se levanta como
una crítica devastadora: a los justos también les suele ir mal y peor que a los
malos. Es decir, no era tan fácil explicar el sufrimiento o la catástrofe; no
era tan simple como decir que la catástrofe es juicio de Dios. Las explicaciones
que buscan responder al «por qué», como las que dieron los amigos de Job o las
que dan algunos de los autoproclamados apóstoles y profetas de la actualidad, normalmente
terminan en el error y, finalmente, condenadas por Dios. Y es que no es posible
meter a Dios bajo el microscopio y explicarlo; y no se puede ir más allá de lo
revelado. Los amigos de Job hubieran hecho mejor si en lugar de intentar
explicar el sufrimiento y desarrollar grandes teorías sobre el pecado que justificaría
el castigo, hubieran llorado junto a él e intentado calmar el dolor de sus
heridas.
Es cierto que la
Biblia relata que en alguna ocasión Dios usó la catástrofe natural para corregir
el camino de su pueblo, así como también usó la intervención milagrosa para posibilitar
un embarazo a una mujer estéril. Pero no se puede deducir de esto que toda
catástrofe natural es castigo de Dios, o que toda mujer estéril podrá tener
hijos. Sus pensamientos siguen sin ser nuestros pensamientos y es mejor
asumirlo desde el comienzo.
No hay que tener
vergüenza de decir que “no sabemos” a los que preguntan por una razón para todo
el dolor que sufren muchas personas en Chile en estos días. Pero sí hay que
avergonzarse si no podemos discernir, en el sufrimiento de estas personas, una
voz de Dios que nos interpele y que provoque en nosotros acciones de
misericordia.
Excelente Javier, nada que agregar, sólo darle un Like bien grande. Saludos cordiales.
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